Veintinueve.

Conduce deprisa, en una noche estrellada, semáforos que cambian el color de rojo a verde en vano, calles vacías, bares hasta arriba, una radio a todo volumen, una ventanilla bajada hasta la mitad, las calles parecen desaparecer, transportándote deprisa a otra dimensión, pero sólo por un instante, cuando se para , todo se queda congelado, una reflexión sobre la vida que te hace pensar cual se supone que es tu misión hoy, aquí y ahora, y piensas un montón de teorías que no tienen ni pies ni cabeza, y piensas en esos zapatos que te compraste esta mañana, un simple capricho, total, esta vida es, por lo general, bastante absurda, todos son absurdos, irresponsables y piensan lo contrario, piensan que son más listos que tú, con más experiencia en esta vida y ellos, ellos son los primeros en caer, resulta surrealista, gente que te da o, bueno, pretende darte lecciones y los que aprender verdaderamente son ellos, recuerdos de una noche de verano, cuando eras pequeño, discutías con tu madre porque no querías irte aún a dormir, era muy pronto ¡jolín! y, enfadado ibas pisando bien fuerte con un osito Teddy agarrado, te metías en la cama, en un mundo de sábanas y de sueños imposibles y te quedabas dormido, viendo en tu mente mil y una aventuras que, al día siguiente contarías a tus amigos, ahora te das cuenta de que los más felices son los niños pequeños, que van al colegio, que sus exámenes se limitan a resolver dos por dos y a jugar al escondite en los recreos, viven sin pensar, así es, sin pensar...